jueves, 24 de septiembre de 2009


3

La necesidad algo quebrantada estaba esparciéndose, no me llenaba, no podía escapar. Palabras, vivía por ellas y en una búsqueda que me dejaba extraviada, intentaba hasta cansarme de intentar, hasta quedarme totalmente agotada, con mis libélulas agonizando al lado de mis pies, no percibía los pétalos de girasoles mezclados con cadáveres en las galerías.

Estábamos en círculos bipolares, mentirosos y ciegos de hastió, mientras flotábamos para esquivar las insípidas balas cargadas de amapolas, mientras no deseaba alejarme de sus primeros pasos y aun no daba los míos.


El con su narcisa y poderosa presencia me quitaba a la niña a la cual le guardaba mil estrellas en los bolsillos, quizás ella tan tonta se dejaba llevar de su despampanante lengua llena de promesas sumisas y cortantes. no podía dejarse atrás, caminar al revés y abrazar a ogros como yo.

Ella seguía envuelta en su rutina, inventando letras y cines para escapar en los pasos danzarines del tipo que siempre esperaba, mientras regaba un poco de su miel plástica y besos invisibles, en sus ventana negra en la cual fingía ser la princesa triste, angustiada, navegando en estrellas hundidas, tan doliente con su propia carne, que no se detenía ante las sonrisas del viento o los suspiros del cielo, nunca saltaba charcos, temía ensuciarse.

El, ella, niña, narcisos, mentirosos, prometedores de paraísos y hadas.

Ella, el, yo, tristes.



… y el ángel repetía mi nombre con tanta intensidad que me dejaba sin mi.

CINDY MUÑOZ

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