lunes, 12 de marzo de 2012

CARICIAS DEBAJO DE LA MESA


Era un sábado, la intención como siempre era desaburrirme con cualquier cosa, pero desesperé viendo las cuatro paredes de mi cuarto.
Decidí salir al viejo bar al cual suelo frecuentar, al llegar observe la misma gente de siempre, mesas vacías y una mujer que siempre estaba sola y deprimida, como si suplicase que alguien la acompañara, pero llega la soledad con la muerte de a noche y ella sigue igual.
Me siento en una mesa continua al baño; pido una cerveza y escribo unas frases que se vienen a mi mente, me quedo mirando al vacío mientras tatareo una canción que suena.
Soy interrumpida por un amigo de delgada contextura de besos exquisitos, hablamos del día tan abrumador, en sus manos tiene un afiche de Iron Maiden se lo pido como en suplica y accede a regalármelo.
El no hace nada más que mirarme, y me mira de una forma que confunde, ¡me agrada¡
Su timidez me inspira ternura, nos besamos como un par de niños que juegan con sus manos, empieza acariciar mis piernas debajo de la mesa, cierro mis muslos de un impulso dejándolo atrapado dentro de ellas, el sugiere una fotografía nos reímos, me imagino que hubiera querido plasmar aquel momento.
Me excitan mucho sus caricias juguetonas, no cruzamos palabra alguna. Solo disfrutaba el recorrido de sus hermosos dedos lánguidos.
Sentía un cosquilleo desde la punta de mis pies y el corrientazo que traspasaba cada centímetro de mi cuerpo, tocó mi sexo que babeaba, trato de correr mis bragas;
Acarició aquella flor entreabierta con uno de sus dedos, gemí y el mundo se desvanecía en nuestro alrededor, todo el tiempo nos miramos fijamente, como si ardiéramos, sabía exactamente lo que yo quería, las palabras sobraban.
Nos amamos con el lenguaje de nuestras miradas,
En el infierno nos quemamos de pasión.
Su respiración se agitaba con el movimiento de sus dedos, la vulva misma sentía su corazón palpitante.
¡Estallé¡
Y caí borracha.
Y caí extasiada.
Nos besamos como nunca, fumamos opio e hicimos el amor lentamente, el vaivén era lento y delirante, nos inyectamos cocaína, y sentimos morir.
Suicidamos los deseos, congelamos para siempre nuestros besos.


MARCELLA CAICEDO.

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