viernes, 21 de mayo de 2010

EN EL DEDÁLO EXQUISITO

El ocio que mi cuerpo necesita,
no es precisamente un condición
de pereza que mi designio escoge,
mientras; personas que se refieren de mi citando
imponentes ideas falsas, tanto como sus propias vidas.
Me levanto y lo único que me acompaña es mi almohada,
a un costado de mi recinto favorito,
libros discriminados por otros,
me dicen que no hago nada y están en lo cierto,
mi cuerpo,
mis manos y pies solo esperan señales de mi cabeza esclava,
porque ella no para, trabaja todo el día, la noche y la vida.
Tengo cada vez más la seguridad ante lo que opino,
de las absurdas y nada evolucionadas vidas de los demás.
¡Gentes incapaces de quebrantar lo que ya esta!
¿Igual quién da más?
Cada quien escoge el no ir más allá y enloquecerse.
O vivir “feliz” más agradable la decisión.
Pero me resulta tentadora la idea de desadaptarme
cada vez más y no seguir como aquellos
con las cadenas atadas a su pugnar de entendimiento.
Pobre de mi memoria que pelea con tratar
de recordar a veces nombres y palabras
para que ustedes las escuchen,
y el pillaje que le hago a mis diccionarios
me vuelven aún más inútil.
Pero si les hablara con mi lenguaje
seria una eternidad de excrementos secos.
Esta es mi vida, llena de sensibilidades
que hacen desprenderme abriendo otras
puertas a la confusión, y desenredos
que llagan con la tranquilidad del mar.
La flojedad está en mis cuerdas bucales
que no quieren hablar y gritar,
después no podrán callar y así se aburrirán,
por que caerán en el retozar.
¡Por ahora ya esta!
lo demás no está claro,
¡y lo único que quiero en este momento es un café y un cigarro!


MARCELLA CAICEDO.

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