lunes, 4 de enero de 2010

EL 625


Esta es la historia de un número muy vanidoso, el 625. Tan egoísta, que quería salir en todas las tareas de los niños (incluso las de español), en las loterías, placas, teléfonos, cumpleaños, fechas importantes, incluso en las devueltas de la gente en el supermercado. Mejor dicho, en toda parte. Y lo hacía. 625 por todo lado y en todo momento: en la calle, en los tableros, en las billeteras y en los cuadernos. A nadie le cuadraban sus cuentas (¡ni siquiera las de jugar al escondite!). El 625 se creía la cifra mágica, el número pitagórico por excelencia. Y los demás: nada, todos valían cero a su lado.
El conjunto de números reales, cansados del engreído 625, organizaron una reunión para solucionar el problema. Los primeros en llegar fueron los naturales y los fraccionarios, que vinieron divididos en grupos de a 1/3. Los números romanos llamaron para disculparse, no pudieron viajar a última hora. Comenzó la reunión el Número Pi (3,141516…) y abrió la sesión para que los asistentes dieran su opinión.
El primero en hablar fue el 0.07 que propuso lo dejaran todo en sus manos, él se encargaría de desaparecer al 625.
-¿Cómo se te ocurre? Respondieron los números racionales, si desaparecemos al 625 se alteraría todo nuestro sistema numérico occidental! Los matemáticos y la gente se volverían locos!
Los números negativos pidieron la vocería.
-Uds. para qué pierden el tiempo con ese número? dejen eso así, eso va para problemas y al final más problemas, puros problemas trae esta matemática, ¡ah! ¡La vida siendo número no sirve de nada!-.
En medio de la discusión, que se empezaba a agitar, levantaron la mano (o lo más parecido que tenían) los números complejos y pidieron paciencia. Era sencillo. La solución estaba en factorizar el enésimo logaritmo cuadrado del seno 625, menos la fracción de la constante gravedad por el residuo del ángulo susodicho. ¡¿Qué?!
Los números imaginarios, que creyeron haber ido, dijeron que ese cuento del 625 sonaba a una invasión extraterrestre, una nueva raza que estaba calculando cómo apoderarse del universo.
Todos los números querían hablar, pero es que los números son infinitos y no había tiempo de escucharlos a todos, ¡ni siquiera al 0,00000001 de ellos! En consenso, los números decidieron reunir a los mejores matemáticos y calculadores del planeta, para que analizaran la situación.
Sin embargo, ni siquiera los estudios de cantidades infinitesimales y los análisis probabilísticos de los mejores matemáticos fueron capaces de hallar la raíz (cuadrada, cúbica, triangular o redonda) del problema de la vanidad del 625, ni la magnitud de su solución.
Pero lo que no calcularon los hombres era que el tiempo habría de enseñarle su lección. Por su egoísmo ya ni siquiera sus parientes más cercanos, los números primos, se le acercaron. En las restas nadie quiso prestarle ni centenas ni unidades. Pronto la indiferencia trajo de la mano a la soledad. Que feo era estar sólo en medio de un universo de números, ¡mendigando cualquier residuo en las divisiones! Pero todos tenemos derecho a cambiar, incluso los números, y después de mucho, por fin llegó un día en que el 625 entendió la importancia de ser él mismo, una cifra única e irrepetible y nunca más se creyó ni más ni menos que otros. Dicen que desde ese día, el 625 volvió renovado a la aritmética, al álgebra y al cálculo, y que es de buena suerte que te lo encuentres, porque ese número ha comprendido su verdadero valor.


SANTIAGO FERNANDEZ.

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