
En aquel entonces
no existiamos mucho,
solo asomábamos la
cabeza a la vida
los domingos;
jugábamos bajo
las sabanas blancas
de lunes a sábado.
En aquel entonces
no había demasiada tristeza
para estar triste.
Tu;
inventando artilugios mágicos
para evitar el suicidio...
yo;
haciendo trucos
para inmortalizar las horas.
DIEGO LOZANO.
4 comentarios:
Qué divinos los momentos... Cuando tus gemidos se comían los míos, cuando no recordaba el nombre del presidente, cuando me bañaba con tu saliva, cuando la vida pataleaba en el suelo porque no podía hacernos llorar.
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Gracias poeta por los versos, me resultaron puros, contagiosos y algo peligrosos (bueno, eso último viene por voluntad de mis demonios).
me encanta!
Lindo, lindo..es como para arrullar...te dejo un gran abrazo Diego
MELANCOLICO....ME GUSTA MUCHO¡¡
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