lunes, 31 de agosto de 2009


LEPRA


Mientras los gallinazos trazan círculos sobre las cabezas de algunos
adventistas desesperados, llega a rastras una estela de podredumbre,
visión lúgubre, de leprosos supersticiosos, que matan la ansiedad,
masticando dientes de ajo y holganzas de pan, aplicando infusiones de
hierba sobre las costras de sus heridas. Van, a sus aires, por su simple
vida, aunque estén conminados a unos cuantos kilómetros de arena,
bajo la mortífera mirada de unos santos, que les reprochan sus artimañas,
sus actos impúdicos.

Reposando en colchones percudido por el uso, ellos esperan, simplemente
esperan. Con la parsimonia de héroes místicos que son concientes de su
destino fatal, ellos son supersticiosos, incrédulos, acólitos de una peste,
que no es su enfermedad sino una usura de males cometidos. Ellos son los
estragos de la violencia y la ambición, de las aguas turbias de una generación
perdida, que cedió ante la nauseabunda altivez de los dueños del averno.
Solo les resta esperar, como custodios de un tesoro arcano, bajo los rayos de
un árido sol, que les pertenece solo por unas cuantas horas, a que las
campanas del templo, les anuncien un nuevo fin del mundo.


FERNANDO DUQUE.

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